Ya ha pasado el primer día de la reforma, venga, hay que ser optimista... ya queda un día menos.
Qué ves:
Un montón de escombros en lo que un día fue tu cocina. Una capa de polvo de centímetro y medio por donde quiera que mires... insisto, por donde quiera que mires. Pisadas blancas por el suelo, como si por tu casa hubiera desfilado un pequeño ejército de hombres enharinados. Más trastos en el salón (aunque parecía imposible que algo más cupiera). Tus antiguos muebles cruelmente despedazos en la calle. Tus vecinos que te lanzan miraditas de compasión (dales tiempo, pronto serán miraditas de odio...) Tu paciencia un poquito más pequeña que el día anterior...
Tres días después. La cosa sigue. Qué ves:

¡Qué bien! descubres que un pilar está irregular... uuuyyyy, mucho más creativo, no? Pues no, francamente.
Dos semanas después. Seguís vivos, eso ya es un logro. Qué ves:
Realmente ya no ves nada, el polvo ha invadido tu casa, tus muebles y tu vida. Ya despejará.
Ya no te queda paciencia, ninguna, cero; Lo bueno es que tampoco te queda energía para pensar ni preocuparte por nada. Ea, pues no hay mal que por bien no venga.
Eso es supervivencia.
(¿continuará?)
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