jueves, 28 de mayo de 2015

La Templanza. Uno al mes

Me ha costado escribir la reseña de esta novela porque me invade la indecisión. ¿Me ha gustado como para recomendarla? ¿Me disgusta tanto como para renegar de ella? 

Pues ambas... y ninguna. 

Tengo sentimientos encontrados. Por una parte me encanta cómo María Dueñas es capaz de trasladarnos a otras épocas, otros lugares, otras realidades por muy remotas que sean. Consigue describir tan bien los escenarios, y elabora unos personajes tan bien definidos, que me ha resultado tremendamente fácil meterme en la novela y sentir que la vivía en carne propia. 

Además, logra como nadie dar agilidad y tensión al relato. Los últimos capítulos son, sencillamente, trepidantes.

Sin embargo, hay algo que no he conseguido con esta novela y que hace que todo lo demás, aun siendo mucho, no me parezca suficiente: No me he creído la historia de amor. Pero nada. Ni un poquito. 

Las comparaciones son odiosas y no puedo evitar rememorar "El tiempo entre costuras". En ésta, además de la pedazo de historia que nos contaba, la relación entre Sira y Marcus me pareció preciosa, la química que había entre ellos traspasaba las hojas y consiguió electrizarme en muchos momentos. 

Nada parecido a la historia de La Templanza en la que no me he llegado a creer el amor entre los protagonistas ni por un segundo...

Así que, retomando el principio, me pregunto qué hacer, si recomendaros que la leáis, o marcarme un "pasapalabra"... Lo dejo a vuestro entender.  






3 comentarios:

  1. Jajajajaja... ¡¡anda maja que te habrás quedado a gustito!!
    Pero me ha encantado la indefinición y sobre todo la sinceridad, que es lo que más vale.
    Una suerte que te tengamos en el grupo lector.
    !!Gracias chula!!
    Bss

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  2. Yo soy de las que sé que no voy a leer el libro. Me lancé al Tiempo Entre Costuras y me pareció una Corín Tellado del siglo XXI.

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  3. Gracias por el comentario. Lo leeré, porque hace poco se lo he regalado a mi madre por su cumpleaños (y ahora sé que seguramente he metido la pata, jejeje), pero ya sé que no tengo que comprarlo para mí.

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