Por pura carambola, como casi
todo lo que me pasa últimamente, ayer cayó en mis manos la novela Seda.
Tras hacer un poco de memoria
recordé que cuando la leí en su día, hace unos cuantos años (inciso, madredelamorhermoso,
cómo pasa el tiempo) no me terminó de gustar. Recuerdo haberla terminado y
haberme preguntado… ¿pero ya está? ¿ésto es todo?
Comencé a leerla de nuevo por
mera curiosidad, y cuál fue mi sorpresa al ver que me enganchaba como si de droga
dura se tratara. La empecé por la mañana y estuve todo el día deseando que llegara
la noche para poder continuar. Hasta tal punto que, llegada la noche, y a pesar
de ser bastante tarde, no pude parar hasta terminarla.
Desde anoche, dos ideas rondan mi
cabeza, la importancia de las segundas oportunidades y las oportunidades que,
de forma consciente o no, voluntaria o no, dejamos pasar en la vida.
Si no hubiera releído Seda, jamás
la hubiera podido recomendar a nadie. Me habría quedado con esa primera
impresión no del todo positiva y hubiera dejado morir el libro por siempre bajo el
polvo en la estantería. Desde ayer ha pasado a ser parte de mis libros-tesoro
que jamás morirán porque ya forman parte de mí. ¿Y qué motiva tener tan dispar
opinión sobre lo mismo? ¿El estado de ánimo con que se lee cada vez? ¿El nivel
de madurez? ¿Las expectativas creadas? No lo sé. Imagino que una conjunción de
todas ellas.
Y qué decir sobre las
oportunidades que dejamos escapar… Que levante la mano quien sea capaz de mirar
atrás y no notar un pellizquito en el corazón por alguna oportunidad perdida. ¿Y
si hubieras dicho que si? ¿Y si hubieras hecho esa llamada? ¿Y si no hubieras
cogido ese avión? ¿Y si...?
Imagino que el secreto radica en
aceptar que la vida es una sucesión de oportunidades perdidas, que no queda más
remedio que asumir que vivir es elegir, y que uno no se puede estancar en la opción
descartada.
Hay que tirarpalante, y disfrutar de todo lo bueno que la alternativa
elegida te aporta.Supongo que el protagonista de
Seda lo intentó y quizás hasta lo consiguió. O quizás no, y por eso pasó por la
vida de puntillas, sin hacer ruido ni sentir el verdadero torrente de energía, miedo
y emoción que supone vivir la vida que, por suerte o por decisión propia, te toca
vivir.