Siempre he querido ser una mamá trendy, incluso cuando no sabía ni que se decía así. Me he esmerado en hacer muchas cosas monísimas para niños propios y ajenos, amigas cumpleañeras, familiares e incluso para mí misma. Me gusta ir mona y tener la casa mona y, en fin, todo lo que ser trendy conlleva.
Pero no siempre lo consigo, lo confieso. Vamos, ni siempre, ni casi siempre. Mis momenos antiglamurosos han sido y son sonoros de verdad. Y no siempre consigo esconderlos bajo la alfombra como me gustaría.
Me remonto unos años atrás, no muchos, y me visualizo con unos vaqueros recién comprados. Una que es paticorta de nacimiento aún no ha encontrado la talla exacta que le permita utilizarlos sin necesidad de subirles el bajo. Bueno, se me ocurre que unos piratas de una persona con largura piernil normal, quizás me fueran bien, pero es una opción que no he meditado en exceso. El caso es que, pantalón que compro, pantalón que irremediablemente lanzo a mi madre para que me lo suba. Pero ese día mi madre no está, y no va a estar en un corto medio plazo por lo que la solución más práctica que se me ocurre es: ¡grapar el bajo! Así, com lo oís. Con la grapadora cutre y oxidada de toda la vida. Lo juro. Y juro también por el blog Con Botas de Agua (el cual me encanta y espanta por partes iguales) que las grapas duraron y cumplieron su función durante años...
Un tiempo después descubrí el pegamento de tela, que también me ha salvado de alguna que otra, pero si vuestra madre es realmente trendy, de las de verdad, no de las de boquilla como yo, y no queréis hacerla convulsionar, no utilicéis ninguno de los dos sistemas. Por favor.
Pero grapar bajos no ha sido mi único momento estelar. Tengo más, muchos. Hay otro que me encanta (y que se repite periódicamente para mi horror) que es un tanto escatológico. Soy sociable y parlanchina por naturaleza, así que me gusta charlar con quien se tercie. Segundo factor, soy paseadora de un amigable perro pastor alemán. Y aún tenemos un tercer ingrediente, soy cívica, es decir, recojo todas y cada una de las cacas que produce. Pues en el trance de recoger la caca y depositarla en la papelera más cercana, me suelo encontrar con personitas que me hablan, y contesto, claro, a veces hasta charlo alegremente largo y tendido con la bolsita de caca en la mano, sujetándola por el nudito y rezando a todas las deidaes porque sea de una calidad moderada y no se rompa en ese momento...
Pero el colmo de mis anti-trendismos (sí, increíble, he conseguido superar el de la bolsa de caca) me ha llegado al asumir la presidencia de mi comunidad. Yo he intentando dar al cargo toda la dignidad posible metiendo todos los papelotes y documentos en una bolsa de tela de lo más molona, llevo dentro un boli de Ágata, para cuando tengo que firmar un recibo o un cheque, no sea que me toque firmar con un triste boli bic, pero haga lo que haga, no importa cuánto me esmere, todo se ve reducido a cenizas cuando pienso en el dinero de caja de la comunidad. Sólo os mostraré una foto y no añadiré nada más. Por pura vergüenza.
Y después de esta deshonrosa confesión, y pensando que aún me quedan unos meses de vivir con semejante agravio, antes de tirar al vacío y para siempre la fama de "apañá" que me ha costado tanto conseguir en esta blogosfera, voy a hacer un sorteo que compense tanto dolor. Y las normas son de lo más sencillo. Basta con dejar un comentario en este post. Que no hace falta que me sigáis, ni nada de nada. Un comentario y la forma de contactar por si resultas elegido.
Dejo hasta el próximo domingo día 30 de septiembre a las doce de la noche para que la gente se manifieste y el lunes pongo a uno de mis pequeños inocentes a elegir al premiado.