Anoche vi nuevamente
Seven. La he visto ya varias veces pero sus últimos diez minutos me siguen poniendo los pelos de punta... Ésto me hizo pensar en que hay películas, o mejor dicho, aspectos de películas que se te quedan grabados de por vida y que hacen que, aunque no sea tu favorita o ni siquiera te parezca la mejor, la recuerdes y te apetezca verla más de una vez.
Empecemos por el principio: el título. El premio a la originalidad se lo daría sin duda a
No todo el mundo puede presumir de haber tenido unos padres comunistas, reconozco que es demasiado largo y que cuando vas por la mitad ya te has cansado, quizás eso le reste puntos, o no, puede que precisamente por ello consiga engancharte. A mí me parece de lo más atractivo. Esta película tiene además varios momentos más que aprovechables, pero de ella me quedo con el nombre.
Como intro elegiría la de
El Señor de la Guerra. El camino que recorre una bala desde que es fabricada hasta su desafortunado destino me parece espeluznante y consigue atraparte desde el segundo cero. El resto de la película no está mal, aunque Nicolas Cage pone la misma cara haciendo de traficante de armas que de angel humanizado (
City of Angels), qué cosa más insulsa de hombre, por Dios!
El comienzo de una película tiene un valor enorme. Tanto es así, que en sólo cinco minutos puede hacer que busques el mando para subir el volumen, o que lo hagas para apuntar con saña y buscar otra cosa. Con su comienzo, una peli se juega el todo por el todo, es fundamental y no todas lo cuidan por igual. Mi comienzo favorito es el de
Love Actually. Las imágenes de reencuentros en el aeropuerto de Heathrow con la voz
en off hablándonos de que el amor es lo que realmente mueve el mundo... ainss, siempre consigue emocionarme. En el fondo soy una sentimentaloide incorregible, lo reconozco.
Hay tantos argumentos y temáticas de películas que me resulta prácticamente imposible hacer una selección de cada una, así que he pensado comentar "momentazos" de algunas de ellas.
El
momento romántico por excelencia (y que marcó a toda una generación) es ese pedazo de baile que se marcan Patrik Swayze y Jennifer Grey en
Dirty Dancing... ¿quién no ha deseado que le pase algo así en su vida?
Tenemos el
momento risa del tipo me-meo-toa. Lo tengo claro: después de que todo se vaya a la mismísima mierda, esa bañera cayendo al piso de abajo en
Esta casa es una ruina y la risa histérica que le entra a Tom Hanks. Impagable.
Momento intensidad casi insoportable:
El Piano, cuando Holly Hunter "
pierde" el dedo... ufff, los pelos como escarpias.
En la injustamente desconocida
500 días juntos me topé con el
momento sorpresa: la coreografía grupal que se marcan una mañana. Desde entonces, cuando me pasa algo bueno fantaseo con ponerme a bailar por la calle y que se vayan uniendo a mi baile mis vecinos...(lo sé, no estoy bien...)
Tengo también un
momento absurdo. Absurdo, idiota e incomprensible... En el drama
El paciente inglés, con toda la intensidad emotiva de la peli, de pronto, sin venir a cuento ni tener ninguna razón para existir, la protagonista se mete una pedazo de leche en la cabeza al salir del cine ¿por qué? ¿para qué? Señor Minghella, ¿en qué estaba usted pensando ese día?
Dos momentos más para ir concluyendo. El
momento kleenex se lo otorgo a la escena de la peli
Solas en la que la madre (fantástica María Galiana) no es capaz de llamar desde una cabina porque no sabe cómo usarla... lloro tanto que me caen los mocos en cascada! Y el
momento fantasmada absoluta se lo lleva, sin duda, ese auto-desfibrilador de James Bond en
Casino Royal, madredelamorhermoso, qué imaginación!
La música en las películas tiene tanta importancia y habría tanto que comentar, que merece mucho más que un simple parrafito, sólo confesaros que la BSO que más he escuchado en mi vida (tengo más qué amortizado ese CD) es la de
En el nombre del padre. Y, aunque lo negaré delante de cualquier tribunal, también la de
Tarzán, de Disney, aunque en mi descargo comprenderéis que Phil Collins es Phil Collins...
Y como final, retomo el principio: Seven. Esa escena en mitad de la nada cuando ya estás en total tensión después de la conversación del coche, esos planos, esa mirada que acojona tanto de Kevin Spacey , la furgoneta que llega y sabes que trae algo horrible aunque no sabes qué es, pero lo imaginas... los silencios... los gritos de Morgan Freeman... Finales así te reconcilian con el cine y hacen que merezca la calificación de Séptimo Arte, aunque para llegar a una obra maestra, te tengas que tragar un montón de mojones.