martes, 19 de febrero de 2013

Desalmadas


Hace un montón de años, cuando yo aún era una chavalita y no sólo de espíritu como ahora, estando una tarde con mi madre se me cayeron sus tijeras de costura al suelo. Pasaron rozando mi pie derecho por escasos milímetros. Fue un verdadero milagro porque por poquísimo no me las clavé cual pincho moruno o brocheta, que dicen las finas.
Pues bien, al ver que se caían sus preciadísimas tijeras y mostrando una falta de sensibilidad total hacia su propia hija que pudo quedar coja de por vida en el incidente, mi madre lo único que gritó como una poseída  fue:
- ¡¡MIS TIJERAS, QUE SE DESPUNTAN!!
Sus tijeras... que se despuntan... ¿vosotros lo veis normal? 
Semejante muestra de malamadrismo ha sido motivo de risa y mofa durante años en mi familia. Aún hoy, cuando te pillas un dedo con un cajón, o te clavas la esquina de un mueble, nos acordamos de las tijeras y  siempre alguien dice: ¡mis tijeras!

Yo pensaba que esa desnaturalización era exclusiva de mi madre, además ya se sabe que a principios de los noventa ni Carlos González ni Rosa Jové calentaban aún las cabezas de nuestras madres y podían vivir relativamente tranquilas preocupándose más por sus tijeras que por sus hijas, o pegándonos algún que otro grito electrizante de vez en cuando. Nada más lejos de la realidad. Confirmado. No era un don exclusivo de mi madre. Yo también lo poseo. Se ve que lo llevamos en la sangre. 

Esta mañana he acercado a mi marido al metro. Como hay muchísimo tráfico y cada vez que paro los coches me pitan como si la Selección hubiera vuelto a ganar el Mundial, al pobre le hago bajar casi siempre medio en marcha. Es un valiente, no os preocupéis. Pero esta mañana ha tenido la mala suerte de engancharse el pie en una de las asas de mi bolso y, al salir, no se ha matado de auténtico milagro. De hecho yo misma he visto su vida pasar ante mis ojos, como en una película. Pues bien, cuando el pobre se ha recompuesto del shock de casi morir, con la cara aún medio desencajada, a mi no se me ha ocurrido otra cosa que gritar desde el coche:
- ¡¡MI BOLSO!! ¡¡NO SE HABRÁ CAÍDO ALGO!!