lunes, 27 de agosto de 2012

A lo mejor están los muñecos...

Bueno, pues ya lo podemos decir: prueba superada. Hemos ido de vacaciones a la playa con los dos canijos y hemos conseguido regresar todos sanos y salvos. Pensándolo mejor, dejémoslo en salvos, porque nos hemos venido con raspaduras varias, algún que otro moratón, un pellejo levantado y una buena otitis. 

Pero no todo han sido heridas de guerra. Lo que más hemos tenido estos días, para qué negarlo, ha sido... diversión!!!! 

Las olas no le han molado mucho al mayor, pero al pequeño le han chiflado. Diez kilos de inconsciencia y valentía directos al mar y media playa muerta de risa al verle pasar gateando a toda mecha hacia la orilla. Una vez allí, lo mejor de lo mejor, meter la cara para beber agua. Que hay que ver lo mala que está el agua del mar, pues nada, todos los días a echarse sus traguitos.

El pequeño no sólo se nos ha aficionado al agua salada y a la destrucción masiva de cualquier creación arenil, también se ha vuelto un yonqui de la comida. Es ver comida, sea lo que sea, y empezar a emitir unos ruidos extrañísimos del tipo "ñaaaaaaaaa, ñaaaaaaaa", a la vez que grita y ríe en una bipolaridad que asusta un montón. Hasta tal punto ha llegado su endrogamiento por la comida, que yo me he descubierto en ocasiones comiendo a escondidas para no provocarle... Lo que nos faltaba.

Pero el que ha triunfado ha sido el mayor. Ese sí que se lo ha pasado pipa. Es verdad que como os decía las olas no le han gustado demasiado pero el jugar con la arena, recopilar almejas (como él llama a las conchitas), hacer agujeros en la orilla, echar de esos agujeros a su pequeño hermano invasor, pasar horas y horas en la piscina, los columpios, los paseos vespertinos, bucear haciendo el tiburón, ver castillos de arena, bailar la samba de la peli Río... para todo pedía siempre un ratito más.

Y así como la frase  del pequeño se limita a esos sonidos guturales que os comentaba, la frase estrella del mayor ha sido, sin duda: "A lo mejor están los muñecos".  Daba igual a dónde fuéramos, a la playa o a la piscina,  al mercadona a hacer la compra, al parque o a jugar con su amiga Cloe, toda su ilusión, mañana, tarde y noche, era que viéramos los muñecos, unos títeres espantosos que repetían su horrible función día tras día en el paseo marítimo. Así que, según salíamos por el portal de casa, ya nos sonreíamos esperando el consabido "a lo mejor están los muñecos" y nunca, nunca, nos dejaba con las ganas. Cansino y tierno a partes iguales.

Para nosotros también han sido unas buenas vacaciones. Se nos va notando ya una cierta veteranía. Cada vez llevamos menos "porsiacas" y ya somos capaces de bajar a la playa con una única bolsa y una sombrilla. Como diría mi amiga Natalia de Vaninas Blog, hemos tenido muchas "b", alguna que otra "c" y  casi ninguna "a", un resultado más de que digno!

Y para demostraros lo que es la felicidad infantil, cómo nuestros peques ven el mundo desde sus ojillos optimistas e inocentes, la noche que volvíamos, en el parking del área de descanso, me dice el mayor contentísimo, "mira mamá, mira qué mariposa". Miro hacia donde señala y veo un enorme y horroroso murciélago negro como un tizón revoloteando en una farola.  

Quién pudiera volver a ver con esos ojos, verdad?