lunes, 9 de abril de 2012

¿No es un asco ser el segundo?

Cuando vas a tener un hijo, el primero, todo te parece poco: Cantidad, calidad, diseño, seguridad... lo quieres todo para tu pequeñín, y para conseguirlo, inviertes horas y horas en navegar por la red buscando lo mejor. No dudas en preguntar a familiares, conocidos y a todo aquél que se preste sobre carritos, cunas y chupetes.
Eliges una ropita monísima, la lavas con todo cuidado en un jabón especial para bebés. Cortas con esmero cualquier etiqueta que pueda causarle el más mínimo roce... lo que os decía, todo te parece poco.Con el segundo la cosa cambia un poco... 

Para empezar, casi no compras nada porque el segundo es nombrado, desde su concepción, Heredero Universal del hermano mayor. Lo hereda todo, pijamas, bodies, chaquetas... da igual que el tamaño no coincida con la estación, si en invierno el anorak del hermano le queda un tanto grande, se "arremeten" un poco las mangas... ¿que las camisetas le quedan como un chorizo embutido? Pues más mono que le encuentras así, marcando lorcitas...
Por supuesto hereda carrito, hereda silla para el coche, hereda trona (y con ella hereda alguna que otra mancha que no salió en su día), hereda sábanas, toallas, mantitas, hamaca, bañera...
¿Para qué vas a comprar juguetes si el hermano mayor tiene tropecientos que ha dejado "nuevos"? Empiezas a darle un nuevo sentido al concepto "nuevo". Nuevo ya no es nuevo, nuevo es  que aún se puede utilizar sin resultar peligroso para la integridad física de nadie. Qué mas da que no tenga el mismo lustre que en su estreno o que haya perdido un ojo, una rueda o un poco de color...Si no le puede dañar, al segundo le basta y le sobra.
Y es que los segundos son unos auténticos supervivientes. Sobreviven teniendo la mitad de atención, la mitad de los cuidados, la mitad de las medidas de seguridad, y eso en el mejor de los casos. Con el mayor esterilizas hasta las esponjas, el segundo tiene suerte si alguna vez le esterilizas una tetina. Cuando el mayor tenía unas decimillas de fiebre se encendían todas las alarmas y era debida y urgentemente atendido por personal cuilificado, vamos, por su pediatra. Cuando el segundo tiene fiebre entras, por fin, en el Club de los verdaderos padres: sucumbes a la automedicación. El mayor no lloró nunca más de unos minutos sin ser atendido, el segundo... en fin, que alguna que otra vez le toca esperar...
El día de mañana verá que su hermano mayor tiene cientos, qué digo cientos, miles de fotos de cuando era un bebé, unos vídeos geniales, que fue a matronatación cada sábado durante un larguísimo año y medio, que le enconjuntaban mejor, que nunca salía de casa sin colonia, que hacía "uuh" y tenía a tooooda la familia encima escudriñando a ver qué le pasaba, que le hacían un masajito cada noche después del baño... verá todo eso y quizás sienta un poco de envidia.
Pero también verá que su hermano mayor, el envidiado, no tuvo un divertido pitufo de ochenta centímetros a su lado desde el primer día, no tuvo una carita sonriente mirándole cada mañana y diciéndole con voz de muñeco... "no llodes, no pasha nada", tampoco tuvo unas manitas regordetas que jugaran con él a quitarle el chupete... Y a la larga, aunque en ciertos momentos sienta un poco de pelusilla por lo que le faltó, se acabará dando cuenta de que todo eso es mucho más molón que el simple olor a nuevo de un pijama.