domingo, 19 de junio de 2011

Que no te de mala espina...


Yo he hecho varios cursos de primeros auxilios. Y no sólo eso sino que me he tragado temporadas enteras de Urgencias y soy fan incondicional de Anatomía de Grey… He aprendido a hacer la maniobra de Heimlich, a taponar una herida y hasta a realizar la reanimación cardipopulmonar... pues la verdad: que no me sirve de nada. En el momento decisivo, cuando se presenta una ocasión real de poner en práctica todos esos conocimientos escrupulosamente almacenados en mi cerebro, lo confieso, tiro de lo que todo el mundo: del extraordinario y complejo universo de los consejos sinsentido: de Internet, vamos.

Os pongo en situación: Noche tranquila cenando anchoas rebozadas, riquísimas, un tamaño estupendo, yo no me como el rabo aunque sé que tiene mucho fósforo (¿veis como es verdad que almaceno bien los conocimientos?), de pronto el husband que deja de comer con cara de circunstancia… una espina se le ha quedado clavada en la garganta… vayapordios. Menos mal que respira y habla con normalidad (bueno, habla con la normalidad suya normal, ya sabéis).

Abro mi enciclopedia cerebral y lo primero que encuentro es que coma miga de pan. Segunda desdicha, esa noche no tenemos pan así que tiramos de bimbo… y venga a comer rebanadas de pan de molde sin que la espina se mueva. No funciona y en mi entrada por la "E" de espina, ya no hay más información. Nos rendimos entonces ante el Sanctasantórum del conocimento, el Ayatolah de la Sabiduría, en fin, el Google, que parece que te va a resolver la vida, que vas a encontrar la receta perfecta para que la dichosa espina abandone el gaznate ajeno y que además va a ser rápido e indoloro… y es ahí cuando comienzas con el sinfín de rituales allí propuestos: Que no basta sólo con pan, que hay que acompañarlo con agua, como si comerte a palo seco varias rebanadas de pan de molde no fuera ya suficiente engrudo, que con el agua ya adquiere consistencia de cemento… pero tampoco funciona…. Ah, claro, que hay que meter los pies en agua fría, pero muy muy fría…y allá que nos vamos a la bañera, a que meta los pies en el agua, con el pan en la mano, el vaso de agua y yo apareciendo por la puerta con unos espárragos que acabo de leer que son el remedio infalible…

Así que la escena es de lo más sugerente, husband sentado en borde de bañera, con los pies en agua fría, ya un poco agarbanzados y tomando color azulado, pan en mano, agua en otra y servidora empapuzándole los espárragos como cuando Diana la de “V” se tragaba los ratones…

Como ya imaginaréis los que vais conociendo nuestras andanzas, la espina no salió. Ni con todo eso, ni con todo lo que por nuestra cuenta fuimos probando, desde graznidos imposibles hasta carraspeos, pasando por beber el vinagre sobrante de la ensalada… La espina tomó asiento y se arrellanó durante un par de días hasta que, sin avisar ni despedirse, tal y como llegó a nuestras vidas, desapareció.

Pero yo insisto, tengo unos sólidos conocimientos de primeros auxilios, si te pica una medusa, te muerde un perro o te has torcido un tobillo… ya sabéis en quién podéis confiar, que al fin y al cabo, la espina salió, no?